"Regalos envenenados", artículo de José Luis Masegosa para La Voz de Almería

No acabamos de perder nuestra capacidad de asombro ante la vertiginosa rapidez con la que nuestros responsables de la Administración todas arguyen normativas y disposiciones que, lejos de procurar facilidades para nosotros, los administrados, sobre todo los que habitamos en territorios rurales, parecen buscar todas las dificultades y trabas para complicar nuestra existencia. Un ejemplo que nos afecta de lleno lo encontramos en la reestructuración de los juzgados de paz con la maravillosa idea de centralizar todo en un solo lugar. Simples gestiones que hasta ahora se tramitaban en estas dependencias judiciales ya no se podrán realizar, habrá que desplazarse.

Ahora los administrados podrán disfrutar de viajes infinitos a la nueva ubicación de su juzgado de paz, que, por supuesto, está a una distancia considerable de donde solía estar. Y, por supuesto, no podemos olvidar la brillante decisión de reducir el número de juzgados de paz. Porque, como todos sabemos, menos juzgados significan más eficiencia. ¿Qué importa si los ciudadanos tienen que esperar días, semanas o incluso meses para ser atendidos? Después de todo, la justicia es un concepto tan relativo. La espera solo añade un toque de emoción y suspense a la vida cotidiana. Si algo hemos aprendido de esta transformación es que los administrados son, en última instancia, los grandes beneficiarios de este nuevo sistema. La burocracia siempre ha sido un placer para aquellos que la experimentan; después de todo, ¿qué es un poco de papeleo adicional para quienes ya están estresados por problemas legales?.

Y, por supuesto, no podemos olvidar la joya de la corona: la implementación de herramientas tecno-lógicas. ¿Quién necesita la interacción humana cuando se puede enviar un correo electrónico o llenar un formulario en línea?. La ilusión de modernidad siempre es más atractiva que la realidad, y es mucho más fácil hacer que parezca que se está avanzando en la era digital que realmente atender las necesidades de la población. La modificación de los juzgados de paz es un ejercicio magistral de ironía administrativa, un regalo envenenado que nos lleva a preguntar ¿en qué momento se perdió el norte de la justicia?.