Conforme el otoño se adentra en nuestras vidas y agiliza la llegada del invierno, a medida que los termómetros se adecuan al clima de este tiempo, las gentes de los pueblos mantienen en su memoria el soniquete de aquellos charlatanes y vendedores de mantas y ropa invernal, cuyo máximo exponente siempre fue Ramonet. En un rincón del bullicioso mercado del pueblo, donde los colores y los aromas se entrelazan en una danza caótica, había un hombre que había conquistado los corazones de muchos: Ramonet, el vendedor de mantas. Con su voz potente y su inigualable carisma, no solo ofrecía mantas; ofrecía historias, sueños y un pedazo de su alma. Su repertorio era un espectáculo en sí mismo: desde la venta de mantas que "calentaban el corazón" hasta encantamientos que prometian amor eterno. Pero hoy, en medio de los ecos del pasado, la pérdida de charlatanes es un hecho contado. La figura del charlatán ha ido desapareciendo, como una sombra al atardecer. Las calles, que solían vibrar al compás de las palabras ingeniosas de Ramonet, ahora están llenas de anuncios digitales y notificaciones. La gente prefiere los clics a las conversaciones cara a cara y, poco a poco, el arte de la persuasión ha ido cediendo ante la frialdad de una pantalla. La calidez de su risa se ha desvanecido, y sus historias se han convertido en un mero eco en la memoria colectiva.
Ramonet era más que un simple vendedor; era un narrador, un poeta de la vida cotidiana. Cada manta que ofrecía no solo era un objeto, era un refugio, una promesa de confort en las noches frías. "¡Esta manta viene de las tierras lejanas de los Andes!", proclamaba, mientras sus manos se movían como si tocaran el aire de esos parajes remotos. La gente se agolpaba a su alrededor, no solo por el deseo de adquirir una manta, sino por el placer de ser parte de su espectáculo, pero las grandes superficies y comercio electrónico han puesto a Ramonet y a sus colegas en la cuerda floja.Al caminar por esas calles y plazas que fueron el escenario de sus hazañas, podemos recordar que en cada manta que envolvamos con cariño, llevaremos con nosotros un trocito de su magia, pues aunque los tiempos cambien, las historias siempre encontrarán la manera de perdurar.

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