Amanda giró el cuerpo y agitó su mano en señal de despedida y de adiós. Un adiós que le alejaba de su única familia, la de su hija y sus nietos, quienes iniciaban sus vacaciones y se distanciaban de la residencia a la que habían confiado el cuidado de la abuela, a quien su nueva morada le despertaba no pocas incertidumbres y un sinfín de sentimientos que la sumían en una profunda soledad.
La soledad no deseada que mujeres y hombres viven en el silencio de sus habitáculos, donde “algunos lienzos del recuerdo tienen luz de jardín y soledad de campo, la placidez del sueño en el paisaje familiar soñado”, que apuntaba don Antonio Machado.
Amanda no es la única mujer mayor que sufre este persistente sentimiento de la soledad no deseada. Hay muchas Amandas y Amandos de todas las edades que son prisioneros de este mal, pues el veinte por ciento de los adultos de nuestro país se sienten solos en este momento y casi el catorce por ciento sufre la soledad crónica, según un estudio del Barómetro de la Soledad no Deseada en España, de la Fundación ONCE. Una soledad que no repara en el calendario, pues afecta más a los jóvenes que a las personas mayores, y es que siete de cada diez personas han sufrido soledad no deseada en alguna etapa de su vida, siendo más frecuente en el colectivo femenino. Este fenómeno pasa más inadvertido en las áreas urbanas, donde el modus vivendi favorece al aislamiento de los ciudadanos.
Casi dos millones de personas mayores de sesenta y cinco años viven solas en España, habiéndose producido un incremento del veintiséis por ciento en la última década. Un porcentaje importante de esa población reside en las zonas rurales, donde, como nuestros queridos pueblos, habitan la soledad de su despoblación a la sombra del tiempo, ese lento tránsito sobre pavimento de algodón que descubre a nuestros ojos la soledad interior.
Una soledad a la que se llega tras un proceso largo, penoso y cruel. Un sentimiento que se agudiza y que en algunos territorios adquiere tintes de pandemia, olvidada por la sociedad y las administraciones.
Este tiempo de vacaciones familiares hace sentirse más solas a las víctimas de este sentimiento. A lo mejor es que, como dijera Octavio Paz, “la soledad es la condición misma de nuestra vida”..

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