"Maestros de vida", artículo de José Luis Masegosa para La Voz de Almería.

San Joaquín y Santa Ana han marcado, el pasado fin de semana, la festividad de nuestros abuelos, esos seres entrañables que llevan consigo la esencia de generaciones pasadas. No sé si será porque solo pude conocer a uno de mis cuatro abuelos, el Tío Pepe Justa, pero su figura siempre me acentuó la orfandad de los ausentes. Y es que con su andar pausado y su mirada llena de historias, son los portadores de un legado que se transmite a través del tiempo. Ellos son, ahora más que nunca, el ancla que nos recuerda de dónde venimos y hacia dónde vamos. Los abuelos son como bibliotecas vivientes, llenas de relatos que, aunque a veces puedan parecer lejanos, resuenan con verdades universales. Un abuelo no es solo un anciano; es un maestro de la vida. Con cada consejo que ofrece, nos enseña a sortear las tormentas que la vida nos presenta. Su sabiduría, forjada en experiencias de años de vida y trabajo, es un regalo invaluable que solo ellos pueden ofrecer. Además, los abuelos son los verdaderos arquitectos de nuestras memorias familiares. Sus historias, a menudo aderezadas con un toque de humor y un guiño de complicidad, son el pegamento que mantiene unidas a las generaciones. Las anécdotas sobre la vida de antes, en el campo o en la ciudad, las tradiciones familiares y las recetas secretas, son tesoros que se transmiten de abuelos a nietos, creando un lazo imperecedero. En ocasiones, los abuelos se convierten en nuestros cómplices. Quién no guarda en su alma el último secreto que les confiamos. Ellos tienen la capacidad de hacernos sentir especiales. Lo peor es que el paso del tiempo también deja su huella en ellos. Pero la chispa en sus ojos, esa pasión por la vida, nunca se apaga. Nos enseñan a valorar cada momento, a apreciar lo sencillo y a encontrar alegría en las pequeñas cosas. Así aprendemos que la felicidad se encuentra en esos momentos compartidos. Ellos son los guardianes de historias y tradiciones, los que nos enseñan a mirar a los ojos y a escuchar con el corazón. Los abuelos de siempre son más que parientes. Ellos son los auténticos tesoros de nuestras vidas, y su legado perdurará en nosotros mientras contemos sus historias a las futuras generaciones.

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