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lunes, 29 de diciembre de 2025

"Cartas de diciembre", artículo de José Luis Masegosa para La Voz de Almería

El cartero ya no llama dos veces, ni una. Por eso, cuando días atrás apareció un sobre con una letra ligeramente inclinada y una tinta azul que parecía pensada, supe que algo fuera de lo común podría suceder. Y es que a primeros de mes publiqué en este rincón de La Voz un artículo casi confesional –“Cartas ausentes”- sobre la desaparición de las cartas manuscritas. No era una queja airada, sino una constatación melancólica: ya nadie se toma el tiempo de escribir a mano. Pensé que el texto se perdería entre anuncios y noticias. Me equivoqué. Dicho artículo ha motivado la carta anónima, sin remitente, que ha llegado a mis manos con mi nombre, apellidos y domicilio, escritos con una caligra®a firme, como si quien la trazó supiera exactamente a quién se dirigía. Confieso que antes de leerla la olí –una vieja costumbre de antaño- en busca de ese leve aroma de papel. Debía oler, al menos a amistad y buenas intenciones. El autor —o la autora— decía dedica un homenaje a mí artículo con su carta, y que como yo afirmaba: una carta no es enviar palabras, tiene la magia de la carta manuscrita, la sorpresa del remitente y la alegría de ser tenido en cuenta. Mientras leía sentí esa alegría discreta de gestos inesperados: el haber despertado el impulso de escribir una carta, aunque sea anónima. Alguien, en algún lugar –lejano en el mapa, pero cercano en el corazón- había decidido tomar papel y pluma, pensar en mi artículo y dejar constancia de ello con un cuidado visible en cada renglón. Un acto que rozaba la magia. Mi respuesta no puede ser manuscrita. Me sirvo de estas líneas para hacerlo con letra menos elegante, pero honesta. Agradezco la carta, la valentía del anonimato y la fidelidad a un gesto que se resiste a morir. La sorpresa recibida me ha devuelto, por un momento, la sensación de que aún existe un hilo invisible que nos conecta más allá de las pantallas. Tal vez nunca sepa quién escribió aquella carta. Tal vez no vuelva a recibir otra. Eso es lo de menos. Lo importante es recordar que una carta manuscrita no informa: acompaña, que alguien nos piensa desde lejos con una cercanía que no entiende de distancias, sino de silencios compartidos y tinta sobre papel. Que esta misiva siempre será como aquellas cartas de diciembre. PARA ACCEDER A ESTE CONTENIDO U OTROS SIMILARES SUSCRÍBASE A LA VOZ DE ALMERÍA, AQUÍ.

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