"Maestros del absurdo", artículo de José Luis Masegosa para La Voz de Almería.

Se inicia el curso en todos los ámbitos de nuestra vida y `proliferan cuan hongos ególatras´ intelectuales que en todos los campos del intelecto se alzan como titanes de la superficialidad. Se presentan como faros de sabiduría en todas las artes y conocimientos, desde la escena a la pluma, desde la batuta al pincel; no hay actividad humana que se resista a estos personajes que sin el menor pudor ocupan ágoras y estrados por nuestras tierras. Ególatras y falsos intelectuales en realidad son maestros del autoengaño y la vanidad. Se mueven en foros y encuentros con una confianza inquebrantable, convencidos de sus opiniones. En su camino hacia la autocomplacencia los ególatras han dejado su humildad, son capaces de convertir cualquier conversación en un monólogo sobre sus propias hazañas, allende la falsedad y la imaginación. A menudo, su viaje es solo un recorrido por el espejo en el que se miran a sí mismos. Por otro lado, los falsos intelectuales son una especie curiosa que se nutre de jergas complejas. Su estrategia es simple: usar un lenguaje rebuscado y frases crípticas que, en lugar de iluminar, confunden. La ironía es palpable: mientras pretenden abrir las puertas del conocimiento, en realidad están cerrando las de la comprensión. Un encuentro entre un ególatra y un falso intelectual es un espectáculo digno de un teatro del absurdo. A menudo, estos personajes se rodean de un público que los aplaude, una legión de seguidores que parecen beber cada palabra como si fuera el elixir de la verdad. Aquí es donde la ironía alcanza su cúspide: la mayoría de los oyentes son tan crédulos como sus oradores. La aclamación se convierte en un ciclo vicioso, donde la ignorancia se celebra y la crítica se silencia. Y así, en este escenario bizarro, los ególatras y falsos intelectuales continúan su danza. La ironía de su existencia radica en que, a pesar de su altivez, son la viva representación de lo que significa ser un fantasma en una era de información. Tal vez, en lugar de seguirles el juego, deberíamos dar un paso atrás y reírnos de la comedia trágica que representan. Después de todo, en un mundo lleno de ruido, a veces la mejor respuesta es una buena carcajada. Son los maestros del absurdo.

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