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lunes, 14 de abril de 2025

"Pregones y pregoneros", artículo de José Luis Masegosa para La Voz de Almería

La tarde del pasado Viernes de Dolores me regaló el verbo fluido, sentido y generoso del médico jubilado, Pedro Martínez Torres, quien, entregado a tan di’cil faena, desgranó la génesis personal de la Semana Santa de mi pueblo. Entre aplausos, el pregonero, fervoroso y realista, habló de tradición y de fe: “La Semana Santa de Oria es una tradición viva… pero es también un mensaje que nos habla hoy, que nos invita a vivir con el mismo amor, la misma esperanza y el mismo sacrificio que Cristo vivió para cada uno de nosotros”. Aludió al sentido vital que adquieren estas jornadas en quienes encuentran en esta conmemoración, con más de dos mil años, la guía de su devenir terreno. Las anécdotas también hablaron en la tarde, cuando siendo niño nazareno que portaba un pesado estandarte, una fuerte racha de viento clavó la banderola en el castaño de indias que habita frente a la Basílica, ante las risas y sornas de alguna vecina, poco samaritana. Concluido el pregón, anduve buceando la memoria de anécdotas vividas o relatadas por terceros en otros pregones de Pasión y tan reales como el peso de un Paso. Recuerdo el caso de un pregonero que, al intentar mencionar el nombre de una hermandad, se quedó en blanco y, en un arranque de creatividad, comenzó a improvisar: “Y aquí está la hermandad de los... de los... ¡de los que llevan las cosas a cuestas!”. El público lo aplaudió como si hubiera sido un gesto intencionado. Y como olvidar a otro pregonero que en un arrebato de fervor, decidió incluir una canción popular en su discurso que hizo que la gente comenzara a cantar “La Bamba” en medio del acto. La escena fue digna de una película de comedia. Y qué decir del pregón, en un pueblo hermano, cuando un generoso asistente, tal vez con falta de puntería, lanzó un ramo de flores a la pregonera. El ramo aterrizó en la cabeza del alcalde, que no sabía si reír o llorar. Con cara de póker, el edil decidió abrazar las flores, de tal guisa que quedó renombrado como el “alcalde florido”. Y es que hay pregoneros y pregones que son un verdadero cóctel de emociones, donde la solemnidad, la seriedad y la alegría se entrelazan con frecuencia.

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