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lunes, 24 de noviembre de 2025

"Saludos", artículo de José Luis Masegosa para La Voz de Almería.

El tío Antonio se fue del pueblo en busca del calor de sus hijos emigrantes. En sus retornos hablaba de la vida en el levante industrial español, y decía que no la entendía. Con cierta indignación se refería al saludo rápido y rutinario de sus vecinos: siempre decían lo mismo, ¡Ala¡, y continuaban su camino. Casi nadie apeló a la recurrente cortesía del buenos días, por lo que harto de tanto “ala”, una mañana respondió al saludo de su interlocutor con contundencia: Ala, no,! A la mierda¡. Y se quedó tan pancho. Anda que si el tío Antonio, ya fallecido, viera cómo se evaporan los saludos de ahora. En otro tiempo, cuando los vecinos abrían las ventanas para comprobar si el sol seguía ahí, el saludo era un acto sencillo y cálido: un leve gesto de la cabeza, un “buenos días”. Había algo de pacto ancestral en esa liturgia mínima: reconocerse para seguir viviendo juntos. Hoy ese saludo, ya sin cuerpo ni temperatura, se ha refugiado en un rincón luminoso del móvil. Lo enviamos con automatismo, y lo recibimos con la indiferencia plácida con que se mira un cartel publicitario. La cortesía digital tiene la textura de una carita amarilla. Antes, bastaba una sonrisa verdadera, que se insinuaba apenas en la comisura del labio. Ahora son esas máscaras redondas —feliz, guiñando el ojo, sonrojada— las que nos representan mejor que nuestro propio rostro. El saludo, convertido en un emoji, es una fragancia fugaz. El imperio de las reacciones ha simplificado la convivencia hasta un mínimo emocional. A veces, en mitad de la tarde, uno puede recibir un corazón flotante. No se sabe si viene a salvar la jornada o a confundirla. Y sin embargo, pese a su fragilidad, el saludo virtual no deja de ser un puente. Hay una belleza discreta en ese gesto diminuto: la humanidad intentando seguir tocándose sin tocarse, sustituyendo la mano extendida por un icono minúsculo que sonríe sin labios. Quizá la cortesía no haya cambiado tanto: sigue siendo ese pequeño intento de iluminar el silencio. Sólo que ahora la luz es azulada, eléctrica, y dura lo que dura la batería. Pero mientras quede algo de carga, seguiremos saludando. Aunque sea así: con un emoji que parpadea un segundo y luego se evapora en la memoria del teléfono.  PARA ACCEDER A ESTE CONTENIDO U OTROS SIMILARES SUSCRÍBASE A LA VOZ DE ALMERÍA, AQUÍ.

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