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lunes, 15 de diciembre de 2025

"Campanas", artículo de José Luis Masegosa para La Voz de Almería

En este preámbulo navideño siempre nada en mi memoria sonora una canción popular: “La torre de mi pueblo”, de Ricardo Rodríguez Palacios, cuya letra es un canto de amor, añoranza y nostalgia a las torres y campanarios de nuestros pueblos. Y es que hay un sonido que no necesita calendario para anunciar la Navidad. No llega envuelto en luces ni en villancicos, sino que se descuelga desde lo alto, metálico y antiguo, atravesando el aíre frío de diciembre: el repique de las campanas, pues la Navidad comienza cuando ellas lo dicen. En mi pueblo son tres hermosas campanas las que coronan el campanario junto al reloj de la villa: una – Nuestra Señora de las Mercedes- datada en 1779, otra –Jesús, José y María- fechada en 1882, y una tercera – Nuestra Señora del Carmen-, del siglo XVI. El campanario, erguido como un centinela, parece cobrar una vida especial en estas fechas. El resto del año observa acostumbrado el paso rutinario de las horas y de los días, pero en Navidad se vuelve protagonista. Desde su altura anuncia misa del gallo, convoca a la oración y despierta recuerdos que hibernan durante la mayor parte del calendario. El frío acompaña siempre. Es un frío que cala en las manos, el aliento se vuelve humo y entonces suenan las campanas, rompiendo el silencio nocturno; su eco vibra en las paredes de los templos con la devoción compartida. Cuando las campanas tañen llaman a misa, pero también a la memoria: a las Navidades de antes, a los que ya no están, a los que vuelven solo por estas fechas, y es que las campanas no solo llaman: abrazan. Son el hilo invisible que une generaciones, porque suenan igual ahora que cuando sonaban para los abuelos, y quizá igual que cuando lo harán para quienes aún no han nacido. En los pueblos pequeños, cada repique tiene nombre y significado. Así, entre el frío que obliga a acercarse unos a otros y la devoción que invita al recogimiento, las campanas y los campanarios se convierten en el alma sonora de la Navidad. Sin ellos, la fiesta sería distinta, quizá más ruidosa, pero menos profunda. Porque mientras haya una campana que suene en la noche de diciembre, habrá una Navidad que no se olvida.   PARA ACCEDER A ESTE CONTENIDO U OTROS SIMILARES SUSCRÍBASE A LA VOZ DE ALMERÍA, AQUÍ.

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