Sus vecinos han recogido más de 20.000 firmas para pedir el indulto de este almeriense condenado a pasar tres años en la sombra.
Este lunes Carmen engañó a uno de los dos príncipes de su casa contándole que su papá iba a estar una larga temporada fuera porque se había marchado a trabajar a unas canteras. Con esa historia esta almeriense ha ganado algo de tiempo con su hijo de tres añitos porque, por suerte, el bebé todavía no habla. A pesar de ello, Carmen vive atormentada porque la inocencia del más mayor de sus dos críos no impedirá que al final le acabé preguntando a diario cuándo regresará su padre: “Esto es demoledor, mi marido está en una puta celda mientras yo sigo en casa mintiendo a mi hijo”.
No le queda otra alternativa a Carmen porque posiblemente al primogénito del matrimonio, dada su corta edad, le supondría un trauma conocer el paradero real de Juan Pedro: la cárcel. El hombre hizo su petate a primera hora de la mañana de este lunes, llorando como una magdalena se despidió de su amada esposa, de sus dos tesoros, y se marchó de su casa en el pueblecito almeriense de Fines para ingresar de manera voluntaria en el Centro Penitenciario El Acebuche. Allí empezó a cumplir condena por una pelea ocurrida en una discoteca hace nada menos que 12 años.
Cuando cometió aquel error, Juan Pedro era un joven de 25 años y, pasada más de una década, han convertido en un recluso a un hombre adulto de 37 años, casado, con hijos y que es un currante del afamado mármol que solo se encuentra en las canteras del Valle del Almanzora. “La lentitud de la Justicia se ha ensañado con un ciudadano de bien”, insiste una y otra vez su esposa. El caso de este almeriense podría encuadrarse en una reflexión a la que suelen recurrir los letrados —parafraseando a Séneca—: “Nada se parece tanto a la injustica como la justicia tardía”.
A Carmen no le hace falta apoyarse en filósofos del antiguo imperio romano para decir las cosas por su nombre mientras conversa con EL ESPAÑOL: “Aquí no se ha hecho Justicia, aquí se ha destrozado una familia”. La indignación de esta treintañera es la misma que comparten en los ayuntamientos de Fines, Macael y Oria donde se celebraron plenos para apoyar la solicitud de indulto de Juan Pedro que ha desestimado el Gobierno de España, a pesar de que iba acompañada de miles de firmas.
En los municipios almerienses de la Comarca del Valle del Almanzora se celebraron concentraciones multitudinarias de apoyo a este trabajador de Mármoles Gutiérrez Mena y los vecinos que participaron en esas movilizaciones ahora sienten impotencia por el ingreso en prisión de Juan Pedro.
La discoteca de Oria
Para entender este tsunami de indignación ciudadana hay que retroceder al año 2009, cuando en una discoteca de una pedanía de Oria, Juan Pedro Gallego, un joven, de 25 años, se vio envuelto en una pelea y —según su relato— se defendió con un taburete de un hombre que iba a agredirle. El asunto acabó en los juzgados de Almería donde se instruyeron diligencias contra Juan Pedro por un supuesto delito de lesiones graves empleando un objeto contundente.
Nada hacía presagiar que una riña —otra de tantas que ocurren cada fin de semana— se saldaría con una fuerte condena de cárcel. Uno de los motivos que invitaban al optimismo era que aquel veinteañero no tenía antecedentes. “Es muy raro que personas con su perfil entren en prisión”, asegura su actual letrado, Tomás Martos. Para que Juan Pedro se haya convertido en un “caso atípico y excepcional” de la judicatura española, como sostiene su abogado, se han ido sucediendo un cúmulo de circunstancias que siempre han jugado en contra de este almeriense, de 37 años.
El primer factor ha sido el habitual retraso de los juzgados. La riña en la discoteca se resolvió en la Audiencia Provincial de Almería en febrero de 2018: nueve años pasaron desde que se produjo la pelea hasta que se dio carpetazo a las diligencias judiciales. Y encima, aquella primera sentencia de la Audiencia contenía una pena de cárcel muy elevada a pesar de la demora, tal y como explica el letrado: “Lo normal es que se hubiese rebajado bastante la condena por la antenuante muy cualificada de dilaciones indebidas”. Sin embargo, a Juan Pedro le cayeron la friolera de seis años de prisión por la única falta legal que había cometido en toda su vida: una trifulca en una sala de fiestas.
“No tenía ni multas de tráfico”, corrobora su esposa. Esa sentencia fue una losa para Juan Pedro: un hombre con trabajo estable en el sector de mármol y que desde hacía varios años estaba viviendo una historia de amor con Carmen, un bellezón de Macael, al que conoció gracias a una amiga.
“Cuando me lo presentaron estaba sacándome el carné de conducir y trabajaba como monitora de transporte escolar”, resume con cariño esta almeriense, de 30 años, al recordar “el flechazo” que sintió por Juan Pedro. “Es una persona muy noble y cariñosa, a los pocos meses de conocernos decidimos unir nuestras vidas”. Su noviazgo fue pasional y sincero desde el inicio. Prueba de ello es que Juan Pedro le contó a Carmen que tenía una causa judicial pendiente por una riña.
“Desde el primer momento que nos conocimos me explicó que se tuvo que proteger de un hombre en una pelea en una discoteca”. Tal confesión sobre las diligencias judiciales que tenía abiertas no supuso impedimento alguno para que la pareja comenzase a convivir en Fines: un pueblo tranquilo de 2.100 habitantes, enclavado en el Valle del Almanzora. El amor entre ambos prosiguió viento en popa, con planes de boda incluídos, a pesar de que ese juicio se demoraba en el tiempo.
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