El director y algunos trabajadores en un pasillo del CIMI Tierras de Oria / MARIAN LEÓN
“El roble fuerte de hoy es sólo la bellota de ayer que arraigó en su suelo”. La frase del psicoanalista Wilhelm Reich se ha convertido en el lema que mejor define el nuevo programa en el que trabajan desde hace ya un año los profesionales del Centro de Internamiento de Menores Infractores Tierras de Oria que abrió sus puertas hace ya dos décadas, siempre gestionado por la Asociación para la Gestión de la Integración Social (GINSO), y se ha convertido en un referente de las políticas de reinserción de los jóvenes de toda la comunidad que tienen que cumplir medidas judiciales alejados de casa. Un recurso concertado por la Junta con 116 plazas, ordinarias y terapéuticas de salud mental y deshabituación de tóxicos, que se enclava en el norte del Valle del Almanzora, un lugar privilegiado para desarrollar la reintegración social y laboral de menores.
Sin embargo, los nuevos tiempos y demandas de la justicia juvenil han ido mermando su nivel de actividad y el centro Tierras de Oria anhela recuperar el pujante dinamismo de los primeros años cuando el volumen de usuarios no bajaba del centenar -llegaron a los 145- y hoy son sesenta. Con 156 trabajadores de GINSO y más de medio centenar de otras empresas externas, el equipo liderado por el director Francisco Gamboa tiene la receta para remontar el vuelo, un proyecto que se ajusta a uno de los perfiles delictivos juveniles que más están creciendo en los últimos años: los menores sin referentes familiares y sin una red de arraigo sociocomunitaria. Precisamente Arraigo es el nombre del proyecto que ya empieza a dar sus primeros frutos con jóvenes que terminaron la condena y están iniciando una nueva vida en los pueblos de esta comarca del interior almeriense.
LA COMARCA, CASTIGADA POR LA DESPOBLACIÓN, OFRECE OPORTUNIDADES PERSONALES Y LABORALES
La subdirectora de Tierras de Oria, Mari Carmen Sáez, explica que los menores extranjeros no acompañados y otros jóvenes sin familiares, así como los que deben salir de su entorno más próximo por tóxico y desestructurado para lograr su reinserción, tienen cada vez más peso entre los usuarios de los centros de internamiento de Andalucía. Y ese déficit de apoyos y de una red comunitaria deriva en una desmotivación por la falta de perspectivas y oportunidades sociales y laborales. A través del proyecto Arraigo, Tierras de Oria convierte esa desesperanza en la posibilidad de empezar una nueva vida que se empieza a forjar antes de que cumplan la pena con una intervención personalizada para dotar a los menores de competencias estratégicas rehabilitadoras con las que abordar problemas de comportamiento, así como habilidades, cognitivas y de autonomía.
Los trabajadores se convierten en la familia española de jóvenes inmigrantes que llegan en patera sin nada, casi sin conocimiento del idioma y del contexto cultural y normativo, con graves carencias educativas e imposibilitados para la gestión de su documentación, condicionantes que merman sus opciones de reinsertarse cuando acaba la medida de internamiento en Oria. Una implicación máxima con Arraigo por el que realizan un seguimiento al finalizar condena, sin tener ninguna obligación de mantener el contacto más allá de las vallas del centro, y les ayudan a buscar vivienda en los pueblos de la zona. Para muchos de los internos con largo historial delictivo, sin nadie ni nada que los ayude a reconducir su senda, este programa supone la última oportunidad de dejar atrás el mundo de la delincuencia al que parecen estar irremediablemente abocados y así lograr su vuelta a la sociedad como ciudadanos activos y de pleno derecho.
EXISTE UN SÓLIDO COMPROMISO VECINAL E INSTITUCIONAL CON LA INTEGRACIÓN SOCIAL Y ACOGIDA DE MIGRANTES
“Vamos a ir un paso más allá, además de reeducar pretendemos promover el arraigo social y laboral de los menores para que puedan rehacer su vida en esta comarca”, argumenta Sáez. Y nada mejor que un entorno rural, alejado de presiones de grandes urbes, con un tejido empresarial pujante asentado en los sectores productivos del mármol, energías renovables, agricultura ecológica y hostelería. La incorporación de estos jóvenes contribuye a frenar la despoblación de los pueblos del interior ante el éxodo masivo de la población al litoral almeriense. El Valle del Almanzora tiene un sólido compromiso institucional y vecinal con la integración social y el acogimiento de los inmigrantes, como ha venido demostrando a lo largo de las dos últimas décadas con los internos de Tierras de Oria y también del centro de Purchena que cerró sus puertas a finales de 2020.
En la actualidad una decena de jóvenes salen a estudiar a los centros educativos de la comarca y otros seis a trabajar en empresas locales. Gamboa destaca tanto el compromiso de sus trabajadores como el de los empresarios de la comarca que llegan a adelantar el pago del alquiler y fianza del piso en el que se instalarán los jóvenes. La responsabilidad social y el sello de la reinserción ya forman parte del ADN de la patronal en la comarca. “Salen a trabajar cada día a empresas del mármol, de los invernaderos y viveros, talleres, carpinterías... El boca a boca pesa más que cualquier otro prejuicio y reticencia sobre el origen de los chavales”, subraya el director de Tierras de Oria. El centro de internamiento ha sellado acuerdos con la Cámara de Comercio y otras asociaciones de empresarios locales con los que valoran la demanda creciente de la mano de obra y orientan la capacitación de los jóvenes para la empleabilidad.
Francisco Gamboa, director del CIMI Tierras de Oria
"Entre los empresarios de la comarca el boca a boca pesa más que cualquier prejuicio y reticencia sobre el origen de los chavales”
A finales del próximo mes tendrán un encuentro informativo con el tejido productivo para promover la contratación y también quieren que las fiscalías de menores y los jueces de la comunidad conozcan el potencial del programa Arraigo en la reinserción de menores que deben cumplir medidas privativas de libertad. Sin una favorable incorporación al competitivo mercado de trabajo es inviable conseguir una futura vida en libertad para la mayoría de estos infractores y en el centro son conscientes de la importancia de la formación. En el último curso hasta 65 jóvenes pasaron por aulas de los institutos de los pueblos del Almanzora y por las del centro de menores: 38 matriculados en la Educación Secundaria de Adultos, 4 en Bachillerato, 15 residentes en alfabetización, 4 en varios talleres formativos y 4 en IES de la zona. En la actualidad son diez los que acuden a clases fuera de Tierras de Oria. Así lo explica el coordinador educativo, José Manuel Romero.
Los educadores los acompañan a diario en los desplazamientos, al igual que a los que salen a trabajar o cuando organizan actividades. De ahí que los seis vehículos de la flota del centro estén en permanente rotación para que todos cumplan sus obligaciones. La mediadora intercultural, Aouatif Khattou, recuerda que uno de los jóvenes llegó en pandemia, jugándose la vida en una patera, con la camiseta rota, sin nada en los bolsillos. Tenía solo 16 años y había tardado poco en delinquir al verse en la exclusión y desarraigo colaborando con las mafias de la inmigración ilegal como patrón de una zodiac. Hoy se ha forjado una vida en la comarca, con un puesto de trabajo estable, es un empleado ejemplar y gana suficiente dinero para enviarle a su familia a la que está devolviendo con creces el que invirtió su madre cuando vendió las joyas para pagarle el viaje a un mundo mejor.
Mari Carmen Sáez, subdirectora Tierras de Oria
"Con este proyecto queremos promover el arraigo social y laboral de los menorespara que puedan rehacer su vida en la comarca”
La mediadora también trabaja en la tramitación de permisos de residencia y trabajo porque buena parte de los que llegan no tienen ni pasaporte ni documentos como la carta nacional de sus países. Con el certificado de tutela del centro (o extutela) se sientan las bases de la regularización con la que poder trabajar. Es la principal aspiración de ese 80% de menores que, según las estadísticas, no reincidirá al salir. Este recurso de GINSO está haciendo lo imposible para que así pueda ser. Porque, como repite el director, “si no se hubiera inventado Tierras de Oria, habría que hacerlo”.
“Voy a aprender de mis errores, no acabaré en la cárcel”
Llegó en patera a España, a través de Algeciras, y permaneció un tiempo en Almería y Sevilla antes de recorrer medio mundo en siete años: Suiza, Alemania, Italia, Bélgica, Luxemburgo y Francia. No terminaba de encajar en ninguno de los sitios y terminó siendo el protagonista de una vida que no quería con delitos que lo llevaron ante la justicia. Estaba tutelado por un centro de protección de menores de Granada y allí se dictó la sentencia por la que acabaría en el recurso de justicia juvenil de Oria. De hecho, el fallo lo dictó el juez Emilio Calatayud, un firme partidario del trabajo que realiza GINSO en el valle del Almanzora. Hoy tiene 20 años y cumple una medida que lo mantendrá interno hasta el 5 de mayo del próximo año. Y su estancia no será ni mucho menos una pérdida de tiempo, como en otras ocasiones en las que perdió todo lo avanzado. Llegó a quebrantar un permiso de trabajo cuando había conseguido el régimen abierto y tenía un empleo de camarero en Granada, lo que ha estirado su condena.
Ahora estudia para sacarse la Educación Secundaria para Adultos (ESA) y también para conseguir el carné de conducir. Y sabe que con el programa Arraigo puede iniciar la reconquista de su propia vida. “Es la última vez que voy a un centro de menores, quiero aprender de mis errores. Quiero ir donde haya trabajo y una vida estable porque sin trabajo y sin dinero puedo volver a liarla y no quiero acabar en la cárcel”. Está recibiendo orientación laboral y le gustaría trabajar en la hostelería, a ser posible en un puesto en la cocina. Este joven ha podido ver a sus padres este verano, después de siete años de distancia, gracias a la ayuda que le han brindado los profesionales del CIMI Tierras de Oria. A través de un permiso de unos días volvió a Marruecos para reencontrarse con su familia el pasado mes de julio. “Fue muy bonito, a mi madre le gusta que haya cambiado. Sabe que no volveré a hacer nada malo, que voy encontrar un trabajo aquí y todo va a salir bien”, asegura.
“Me están ayudando, si me sale trabajo me quedo aquí”
Uno de los jóvenes extranjeros que podrían encajar con la concepción del programa Arraigo del Centro de Internamiento de Menores de Oria lleva una década en España, desde los 13 años y tiene 23. Sin previo aviso ni tiempo para pasar por la ducha, llega con las manos blancas de pintura de un taller de trabajo de medio ambiente con el que blanquean y limpian esta localidad de poco más de 2.000 habitantes en el Valle del Almanzora. Eso sí, de forma anónima, narra una vida todavía corta, pero intensa, con una estancia eterna en el centro de menores Punta Blanca de Ceuta en el que no veía ningún horizonte. A instancias de la justicia juvenil se cursó su traslado a Almería porque consideraron que en esta provincia encontraría más oportunidades de trabajo para rehacer su vida. Y desde que llegó ha ido logrando objetivos para comenzar a darle un vuelco a su futuro. No le renovaban la tarjeta de residencia porque ya es mayor de edad y en Almería ya ha conseguido desbloquear la tramitación porque ya tiene el pasaporte gracias a la imprescindible labor que desarrolla la mediadora intercultural y educadora Aouatif Khattou que hace lo posible y a veces lo imposible por agilizar una burocracia bastante compleja para estos jóvenes.
“Después de tantos años pensaba que no sería verdad, pero me están ayudando mucho en este centro y si me sale trabajo en Almería me quedo aquí”, argumenta. Sus expectativas laborales apuntan a la restauración, le gustaría ser cocinero, pero viene ampliando también su formación en mantenimiento consciente de que es bueno diversificar opciones. El 24 de marzo del próximo año se cumplirá su condena y podrá salir a conseguir su sueño, algo que los profesionales del CIMI Tierras de Oria tienen claro que conseguirá. “No es un menor problemático, si se lo propone podrá rehacer su vida y dejar atrás todo lo malo”. Este joven inmigrante también tiene claro que no volverá a delinquir. “Una vez que salga de aquí no vuelvo, me ha costado mucho llegar”.
Una “historia de éxito” para el juez Emilio Calatayud
El centro de internamiento de menores infractores Tierras de Oria ha dejado atrás años de controversia tras la muerte de un menor marroquí que sufrió una arritmia cardiaca tras aplicarle medidas de contención e inmovilización para frenar su violenta actitud. La justicia no apreció delito, pero los trabajadores fueron injustamente cuestionados en un juicio mediático paralelo del que todavía hoy se recomponen. Personalidades del ámbito judicial, como Emilio Calatayud, salieron entonces en defensa de la labor e implicación de sus profesionales. El juez de menores recogía en su
blog: “A lo largo de dos décadas ha conseguido reinsertar en la sociedad a niños que han cometido toda clase de delitos, incluidos los de asesinato o agresiones sexuales. Sus módulos de salud mental para chavales que cometen delitos porque sufren transtornos psiquiátricos son también modélicos. La historia de Tierras de Oria, insisto, es una historia de éxito”.