miércoles, 16 de febrero de 2022

EL PADRE MÉNDEZ REGRESA AL SANTUARIO DIOCESANO DEL SALIENTE

Desde este domingo el Santuario Diocesano del Saliente atesora un Missale Romanum que perteneció al almeriense padre Méndez, que fuera Arzobispo de Granada y gran devoto de Nuestra Señora de los Desamparados del Buen Retiro del Saliente Coronada.

UN LIBRO DE APRECIADO VALOR SENTIMENTAL 

Es frecuente que, además de las consabidas velas y flores tan presentes en la religiosidad popular, el Santuario Diocesano del Saliente reciba todo tipo de ofrendas. Así, este domingo último llegaban para engrosar su patrimonio dos libros. El primero era un facsímil del Libro de las Fundaciones de santa Teresa de Jesús, la gran mística española y doctora de la Iglesia. El segundo era un Missale Romanum de factura germana de principios del pasado siglo, con un apreciado valor sentimental. Este libro había pertenecido a don José Méndez Asensio, el inolvidable padre Méndez.

De hecho, en una de sus páginas, aparece su firma y el año 1935 junto con el curso que entonces estudiaba en el Seminario almeriense. Si hacemos caso al año indicado, todo parece indicar que con este libro se iniciara en los tesoros de la liturgia católica y lo usara para nutrir su propia espiritualidad; pues hasta 1946 no recibió el Sagrado Orden.

UN GRAN DEVOTO DE LA PEQUEÑICA

El padre Méndez siempre fue un gran devoto de la Pequeñica, pues como buen velezano había mamado esta devoción con la leche materna. Posteriormente, como párroco oretano, tuvo oportunidad de apreciar y valorar mucho más la arraigada veneración de los almerienses por el más señero de sus Santuarios marianos. Aunque muy pronto fue llamado a la ciudad de Almería para hacerse cargo de distintas responsabilidades, nunca olvidó peregrinar hasta el altar del Roel y hasta aquí condujo muchas peregrinaciones de diferentes colectivos.

En 1987, a instancias del rector don Antonio Rueda Moreno, se adhirió con entusiasmo a la Coronación Pontificia de la sagrada imagen con una bella carta. En esta misiva escribía: «Pero, a fuer de imparciales, hay que reconocer que la advocación con mayor poder de convocatoria es la Virgen del Saliente, meta de peregrinaciones y romerías del pueblo fiel, que no se interrumpen nunca […] ¡Como recuerdo mis visitas al Santuario con los jóvenes de la Acción Católica, con los seminaristas, con mis amigos los sacerdotes!»

Un año después, el inolvidable siete de agosto de 1988, participó en la solemne ceremonia como administrador apostólico de Almería; si bien cedió delicadamente la palabra al obispo don Manuel Casares Hervás que acababa de ser relevado del gobierno pastoral.

UN ARZOBISPO QUE SIEMPRE FUE «PADRE»

Recordamos que este ilustre almeriense, nacido el veintiuno de marzo de 1921 en Vélez – Rubio, ingresó en el Seminario Diocesano de san Indalecio de Almería en 1933. Tras sobrevivir a la Persecución Religiosa, en la que fueron martirizados muchos de sus profesores y formadores, pasó al Seminario de san Cecilio de Granada y fue ordenado sacerdote el trece de abril de 1946. Estrenó su ministerio como párroco de Nuestra Señora de las Mercedes de Oria, muy cerca del Santuario Diocesano del Saliente. Poco después fue trasladado a Almería, donde ejerció como consiliario de la Acción Católica y rector del Seminario.

Muy popular entre los seminaristas y los jóvenes almerienses, el papa san Pablo VI lo nombró obispo de Tarazona en 1968 y en 1971 lo elevó al Arzobispado de Pamplona y Tudela. En 1978, unos meses antes de su muerte, el mismo Pontífice lo removió al Arzobispado de Granada. Su pontificado granadino, que se prolongó durante casi veinte años, estuvo marcado por la celebración del III Sínodo Diocesano y la visita del papa san Juan Pablo II en 1982.

Entre 1988 y 1989, además, tuvo la delicada tarea pastoral de ser administrador apostólico de la Diócesis de Almería para conducir el final del pontificado del obispo Casares Hervás. Escogió la fecha del dieciséis de julio, aniversario de la entrada de su recordado beato Diego Ventaja, para la toma de posesión de su Iglesia natal.

El diez de diciembre de 1996 pasó a ser arzobispo emérito y, tras una prolongada enfermedad, murió el quince de abril de 2006. Es bastante elocuente que, a pesar de su ascenso en la jerarquía eclesiástica, todo el mundo siga refiriéndose a él como «Padre».

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