La celebración de San Blas, hoy, es una festividad llena de tradiciones. En numerosos lugares de nuestro país y de fuera se conmemora la onomástica de este médico y obispo armenio, mártir de Sebaste y protector de la garganta.
Los festejos se celebran también en muchos municipios y pueblos de nuestra provincia, desde la Alpujarra al Almanzora, en donde si bien se vive con singularidades propias, en la mayoría de los casos cuenta con elementos comunes como la bendición de panes, roscos y cintas que se degustan o se colocan en la garganta para preservarla de afecciones y enfermedades.
Cuentan las hagiografías del santo que pasó la vida haciendo el bien y entre sus buenas obras figura la sanación de un niño que a punto estuvo de morir a consecuencia una espina de pescado atravesada en su garganta.
Aunque los ingredientes utilizados en la elaboración de estos roscos puedan ser similares, sin embargo la presentación, textura y sabor que tienen los roscos de San Blas o roscos de viento de la confitería ‘La Polaca’, de Oria, los hacen únicos y exclusivos, sin que se conozcan otros de idénticas características, por lo que “los propios encargados del control de alimentos nos han sugerido, en varias ocasiones, que patentemos la receta”, asegura Luisa del Águila, perteneciente a la cuarta generación de esta saga de confiteros, quien durante varias décadas se ha responsabilizado del obrador.
Harina, huevos, aceite, agua y azúcar conforman los ingredientes básicos de los roscos de viento que durante todo el año se hornean en este establecimiento de repostería, situado junto a la Fuente de la Polaca, en el barrio orialeño del mismo nombre, pero que una vez al año, para la festividad de San Blas, se adornan con diferentes motivos y dibujos de azúcar.
Aún cuando la receta de estos dulces parece bien sencilla, sin embargo, cuando el consumidor los degusta percibe que tienen algo diferente a la mayoría de roscos de viento. “Seguimos utilizando la misma fórmula que heredamos de nuestros antepasados” ,asegura Ana Esther Requena, de la quinta generación de ‘la Polaca’ y actual encargada del establecimiento, quien no puede evitar precisar que, además de los ingredientes de siempre, “los roscos de San Blas, como otros muchos dulces y , muy especialmente las esparteñas o bizcotelas, también típicas y únicas de la casa, tienen algo más que no podemos desvelar: el secreto o receta de los abuelos antepasados responsables de la confitería, así como el cariño y esmero que ponemos en la elaboración, que es natural, artesanal y tradicional”.
El comentario de la actual gerente es ratificado por su sobrina, la pequeña Daniela Requena, que ocupa la sexta generación de esta pastelería y que pese a su corta edad se muestra muy celosa de que pueda desvelarse cualquier dato o aspecto de la receta.
Año sin roscos
Una vez más la más tradición de los roscos de San Blas se cumplirá en los inicios del mes de febrero con la procesión del santo y bendición de los dulces que se comerán para preservar las gargantas de afecciones y catarros, origen de esta antigua costumbre, cuando cada casa llevaba a bendecir a la iglesia alimentos y semillas para evitar toses y enfriamientos. Roscos de viento y otros dulces de este establecimiento encuentran una gran demanda por parte del público, por lo que el paso por el obrador de ‘La Polaca’ forma parte del itinerario gastronómico del Almanzora.
La confitería cuenta entre su clientela con todos los personajes de renombre que han pasado por la zona, desde el médico de la Casa Real, Ricardo Gutiérrez Roig, su sobrino, el dramaturgo Enrique Fernández, a destacadas figuras de la literatura más reciente, como José Hierro y Félix Grande, o periodistas y presentadores como Eduardo Sotillos o Juan y Medio.
Una ingente cantidad de roscos de viento se venden todos los años. Tan sólo en una ocasión, durante la fiesta de San Blas, se quedaron los roscos de viento en el obrador. Cuenta la nonagenaria Ana María Gallego, de la tercera generación y actual ‘Abuela’ de ‘La Polaca’, que la gran nevada caída un año en Oria impidió a sus vecinos y a los de las comarcas cercanas pasar por la confitería para retirar los roscos que se quedaron sin vender, “solo una vecina, Lucía ‘La Jarillas’, ayudándose con una pala logró abrir camino desde su casa y llegar a la pastelería para llevar los roscos a su hija María Luisa”.
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